La transición política
Tras la muerte de Franco, Juan Carlos I fue proclamado rey en un
contexto político de gran incertidumbre. Se iniciaba un complejo
proceso de transición que llevaría de la dictadura a un sistema
democrático.
Este proceso de transición se ha convertido al pasar los años en un
modelo para muchos países por el escaso nivel de violencia que la
acompañó.
Las fuerzas políticas en escena
Los Franquistas
Las fuerzas políticas en escena
Los Franquistas
Al morir Franco, las diferencias entre el "bunker", organizado en
torno a figuras como Blas Piñar, y los "aperturistas" se agudizaron.
Entre estos últimos había políticos veteranos de la dictadura que
estaban convencidos de la necesidad del cambio, este era el caso de
Fraga o Areilza, y jóvenes que no habían vivido la guerra civil y
que iban a desempeñar un papel clave en la transición. Adolfo Suárez
será la figura clave en este grupo.
Las fuerzas de
oposición
Las fuerzas de la derecha liberal eran muy débiles y se agrupaban en
torno a figuras como Ruiz Gimenez y Gil Robles o los
partidarios de Juan de Borbón, padre del monarca.
Entre las fuerzas nacionalistas hay que destacar la aparición de una
nueva fuerza hegemónica en Cataluña, Convergència Democràtica
de Catalunya dirigida por Jordi Pujol. En el País Vasco, el
Partido Nacionalista Vasco será la fuerza mayoritaria. Teóricamente contrario al
terrorismo, en la práctica no se enfrentaba con las acciones de una
ETA cada vez más activa.
Entre las fuerzas de izquierda sobresalía el Partido Comunista de España, dirigido por
Santiago Carrillo, y, sin lugar a dudas, el partido más organizado y
activo al acabar la dictadura. El PSOE había celebrado un Congreso
en Suresnes (Francia) en 1974 en el que un nuevo grupo
dirigente organizado en torno a Felipe González y Alfonso Guerra
había llegado al poder. El Partido Socialistas Popular de Enrique
Tierno Galván era otra fuerza de izquierda que terminó finalmente
por unirse al PSOE.
La hegemonía comunista también se reflejaba en el mundo sindical.
Comisiones Obreras era el sindicato más poderoso, mientras que la
UGT comenzaba a reorganizarse. La histórica CNT se convirtió en una
fuerza meramente simbólica.
Las disensiones entre el PCE y el PSOE impidieron que toda la
oposición democrática se coaligara en una única alianza. Así,
surgieron la Junta Democrática, dominada por el PCE y con fuerte
capacidad de movilización y la Plataforma de Convergencia
Democrática, donde el PSOE, el PNV y la UGT eran las fuerzas
principales.
Los primeros momentos del reinado de Juan Carlos I. El gobierno
de Arias Navarro (noviembre 1975-julio 1976)
Los primeros momentos de la monarquía de Juan Carlos I estuvieron caracterizados por la indefinición. Muchos sospechaban que la nueva monarquía sería una mera continuador del franquismo sin Franco. Sin embargo, el nuevo monarca se fue rodeando de un grupo de asesores, entre los que destacaba Torcuato Fernández Miranda, que diseñaron un plan de cambio político. Este cambio se vino en denominar la reforma. Se trataba de aplicar cambios controlados que garantizaran la intangibilidad de los funcionarios y militares franquistas y que llevaran a un sistema democrático desde las propias leyes franquistas.
Los primeros momentos de la monarquía de Juan Carlos I estuvieron caracterizados por la indefinición. Muchos sospechaban que la nueva monarquía sería una mera continuador del franquismo sin Franco. Sin embargo, el nuevo monarca se fue rodeando de un grupo de asesores, entre los que destacaba Torcuato Fernández Miranda, que diseñaron un plan de cambio político. Este cambio se vino en denominar la reforma. Se trataba de aplicar cambios controlados que garantizaran la intangibilidad de los funcionarios y militares franquistas y que llevaran a un sistema democrático desde las propias leyes franquistas.
En un principio el rey optó por mantener al frente del gobierno a
Arias Navarro, quien había presidido el ejecutivo en la fase final
de la dictadura. El gobierno incluía a Manuel Fraga en el puesto
clave de ministro del Interior y figuras jóvenes procedentes del
Movimiento como Adolfo Suárez o Martín Villa.
El gobierno de Arias fracasó a la hora de implementar un proceso de
reformas creíble y respondió con represión a las protestas sociales.
Una oleada de huelgas se extendió por el país en enero de 1976. La
respuesta represiva culminó con los incidentes de Vitoria, en marzo
de 1976, cuando cinco trabajadores murieron a manos de la policía.
Ese mismo mes de marzo, toda la oposición se agrupó en la
Coordinación Democrática lo que reforzó las protestas contra el
inmovilismo del gobierno de Aria Navarro. Finalmente, el rey, que no
había disimulado su descontento con la labor del ejecutivo,
destituyó a Arias Navarro en julio de 1976.
El Gobierno Suárez y la Ley de Reforma Política
El nombramiento de Adolfo Suárez, joven político procedente del Movimiento, como nuevo presidente del gobierno fue recibido con decepción entre la opinión democrática. Pese a que el nuevo gobierno estaba formado por ministros aperturistas, muchos pensaron que Suárez no era el hombre adecuado para liderar el proceso hacia la democracia.
El nombramiento de Adolfo Suárez, joven político procedente del Movimiento, como nuevo presidente del gobierno fue recibido con decepción entre la opinión democrática. Pese a que el nuevo gobierno estaba formado por ministros aperturistas, muchos pensaron que Suárez no era el hombre adecuado para liderar el proceso hacia la democracia.
Poco tiempo después, en septiembre de 1976, Suárez presentó el
proyecto de Ley para la Reforma Política. Era la concreción
legislativa del proceso de desmantelamiento del franquismo desde el
propio régimen. Paralelamente, Suárez inicio contactos discretos con
la oposición democrática.
Los sectores más inmovilistas del franquismo, crecientemente
irritados por la evolución política y los atentados terroristas de
ETA y el GRAPO, empezaron a conspirar para organizar un golpe
militar contra el incipiente proceso de reformas. En septiembre de
1976, Suárez nombró al teniente general Gutiérrez Mellado vicepresidente del gobierno. Gutiérrez Mellado fue una figura clave
para controlar el peligro golpista en el Ejército.
Pese a las conspiraciones golpistas y a los actos terroristas de
ETA, la conciencia de los cambios eran inevitables, llevaron a las
Cortes franquistas a aprobar en noviembre la Ley de Reforma
Política, lo que suponía su "suicidio político".
Avances de la oposición
Poco a poco, la oposición fue saliendo de la clandestinidad. El PSOE
celebró en Madrid su XXVII Congreso al que asistieron importantes
líderes internacionales. Santiago Carrillo, el líder comunista dio
una rueda de prensa clandestina en Madrid reclamando el derecho del
PCE a ser legalizado. Detenido el 23 de diciembre de 1976 ,
fue puesto en libertad ocho días después.
Ese mismo mes se había celebrado un referéndum popular sobre la
Ley
de Reforma Política. La respuesta había sido contundente: con
77.7% de participación, el 94.1% de los votos habían sido
positivos.
La oposición, que en un principio había desconfiado de Suárez, pasó
a aceptar lo inevitable: el fin del franquismo no se realizaría
mediante lo que denominaban la ruptura democrática (gobierno
provisional, amnistía, legalización de todos los partidos,
elecciones libres...). En adelante, gran parte de la oposición pasó
a apoyar un proceso de reforma que iba a concluir en el
establecimiento de un genuino régimen democrático.
El año clave: 1977
El proceso de reformas estuvo siempre amenazado por dos fuerzas opuestas que se alimentaban mutuamente. Por un lado, las fuerzas de extrema derecha, en las que se agrupaban los residuos del franquismo más duro, grupos terroristas como los Guerrilleros de Cristo Rey, diarios del régimen como El Alcázar, o grupos políticos como Fuerza Nueva dirigida por Blas Piñar. Esta extrema derecha centró sus esfuerzos en alentar un golpe militar que pusiera fin al proceso democrático. Por otro lado, los grupos terroristas nacionalistas como ETA o de extrema izquierda como el GRAPO. Con sus ataques al ejército y las fuerzas policiales alimentaban las posibilidades de un golpe militar.
El proceso de reformas estuvo siempre amenazado por dos fuerzas opuestas que se alimentaban mutuamente. Por un lado, las fuerzas de extrema derecha, en las que se agrupaban los residuos del franquismo más duro, grupos terroristas como los Guerrilleros de Cristo Rey, diarios del régimen como El Alcázar, o grupos políticos como Fuerza Nueva dirigida por Blas Piñar. Esta extrema derecha centró sus esfuerzos en alentar un golpe militar que pusiera fin al proceso democrático. Por otro lado, los grupos terroristas nacionalistas como ETA o de extrema izquierda como el GRAPO. Con sus ataques al ejército y las fuerzas policiales alimentaban las posibilidades de un golpe militar.
La situación llegó a su momento de máxima tensión en la semana del
23 al 29 de enero de 1977, cuando una sucesión de hechos violentos
estuvo a punto de dar al traste con la transición. Al asesinato de
un estudiante en una manifestación pro-amnistía por parte de los
"Guerrilleros de Cristo Rey", le siguió el secuestro del presidente
del Consejo Supremo de Justicia Militar, el general Villaescusa, por
parte del GRAPO y la matanza de cinco abogados laboralistas del PCE
en Atocha por grupos de pistoleros de extrema derecha.
La respuesta popular fue una gran manifestación de repulsa en
Madrid que se desarrolló pacíficamente y que mostró claramente la
voluntad general de continuar los cambios de forma pacífica.
Adolfo Suárez, aunando coraje y habilidad política, supo sortear los
obstáculos y adoptó medidas que permitieron el paso a un régimen
democrático. La legalización del PCE en abril de 1977 y la amnistía
de los presos políticos llevaron a la celebración de las primeras
elecciones democráticas desde la Segunda República en junio de 1977.
El partido triunfador fue la Unión del Centro Democrático (UCD),
nuevo partido organizado por Suárez en el que se agrupaban los
aperturistas del franquismo con algunos elementos moderados de la
antigua oposición democrática. La UCD obtuvo el 34.5% de los
votos.
El segundo partido más votado fue el PSOE de Felipe González con
casi el 30% de los votos. Ante la sorpresa de muchos, el PSOE se
hizo con la hegemonía en la izquierda. Por detrás quedó el PCE
con un 9.4% y la Alianza Popular de Manuel Fraga con el
8.0%. Convergència i Unió de Jordi Pujol y el PNV se constituyeron
como las principales fuerzas nacionalistas.
El nuevo gobierno de Suárez se aprestó a hacer frente a los dos
principales desafíos del momento: elaborar una Constitución que
articulara políticamente el nuevo sistema democrático y hacer frente
al terrorismo de ETA, que seguía atentando pese a una amnistía total
decretada en octubre de 1977, y al peligro golpista.
Todo este delicado proceso político debía hacerse en un contexto de
profunda crisis económica. La crisis del petróleo de 1973 había
golpeado duramente a España y el paro
y la inflación crecían
alarmantemente. Para estabilizar la situación económica las
principales fuerzas políticas firmaron en octubre de 1977 los Pactos
de la Moncloa, una serie de medidas consensuadas para hacer frente a
las graves dificultades económicas.