20 abril, 2013

LA LÍRICA DESDE 1940 A LOS AÑOS 70. TRG



La lírica española de los primeros años de posguerra no puede entenderse sin tener en cuenta la situación hitórico-política y social del momento. Tras la Guerra Civil, la sociedad española queda dividida en dos bandos: el de los vencedores y el de los vencidos. El exilio interior de buena parte de los escritores vivos, afines a la República, el asesinato de Lorca y el encarcelamiento de Miguel Hernández dejarán apenas sin modelos a las nuevas generaciones poéticas y la producción lírica de aquellos que se quedan en el llamado exilio interior deberá esquivar la presión de la censura.
En los años 40, la producción lírica de los poetas que permanecen en España girará en torno a las revistas literarias. La revista “Garcilaso” agrupará a escritores afines al régimen oficial (Luis rosales, Leopoldo Panero o Luis Felipe Vivanco) que practicará la llamada “poesía arraigada”: poesía que presenta un mundo coherente, ordenado y sereno, inclinada hacia temas como Dios, la patria y la familia, caracterizada formalmente por una perfección de corte clásico.
Como contrapunto nace “Espadaña”, revista que reúne a los poetas contrarios al régimen, cuya visión del mundo estará marcada por el pesimismo ante el caos y la injusticia. Se trata de una “poesía desarraigada”, la de aquellos para quienes “el mundo es un caos, una angustia y la poesía una frenética búsqueda de ordenación y de ancla” (en palabras de Dámaso Alonso). Se trataba de una poesía de corte existencialista y de tono trágico. La religiosidad tambień estará presente, estará tratada con un tono de desesperanza y de duda en poemas en los que se increpa a Dios sobre las causas de tanto dolor. Los primeros poemarios de Gabriel Celaya y Blas de Otero se enmarcarán dentro de esta corriente, cuya cumbre se alcanzará con Sombra del paraíso de Vicente Aleixandre e Hijos de la ira de Dámaso Alonso.
En los 40 también hay voces que se alejan de estas dos tendencias: los poetas reunidos en torno a “Cántico” (cuyo representante es el cordobés García Baena) y a los poetas del Postismo, último movimiento de vanguardia fundado por Carlos Edmundo de Ory.
En los años 50 el tono individualista de la lírica anterior irá dejando paso a una poesía concebida como comunicación, en la que el poeta se erigirá portavoz del sufrimiento colectivo. Es lo que se conoce como poesía social, una poesía que debe tomar partido ante los problemas del mundo y ser instrumento de cambio político y social, para lo cual es necesario un lenguaje sencillo y directo con el que llegar a la “inmensa mayoría”. Destacamos a autores como Gabriel Celaya (Cantos iberos) y Blas de Otero (Pido la paz y la palabra).
A finales de los 50, desengañados por la imposibilidad de llegar a esa inmensa mayoría, muchos poetas irán abandonando los preceptos de la llamada poesía social. Los llamados “niños de la guerra” tendrán una visión algo más distanciada que sus mayores en lo que se refiere a la Guerra Civil y serán los responsables de elevar la calidad artística de este género literario. La poesía pasará de considerarse forma de comunicación a entenderse como forma de conocimiento del mundo que nos rodea. Se trata de una lírica inconformista, pero con cierto escepticismo que les permite acercarse a una poesía “de la experiencia personal”. Es lo que se conoce como “poesía del medio siglo” o “poesía de la experiencia, en la que cabe destacar el retorno de los temas íntimos: evocación de la infancia, familia, amistad, amor o erotismo. Estilísticamente se rechaza tanto el patetismo “desarraigado” como el prosaísmo de los poetas sociales y se busca un estilo más aparentemente conversacional no exento de ironía. El llamado “Grupo de Barcelona” (Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo, Carlos Barral) es el que aglutina a los poetas más visibles; aunque podemos mencionar a Antonio Gamoneda, Ángel González o José Ángel valente.
Para completar el panorama de la poesía española de estas tres décadas, es necesario mencionar la poesía del exilio. El tema recurrente es el de la patria dejada atrás: una patria ocupada por el bando vencedor, hacia la que se siente rechazo en un primer momento. Con el tiempo va surgiendo un sentimiento de añoranza de una tierra donde los poetas vivieron su infancia y juventud.
En definitiva, la producción literaria de la inmediata posguerra sufre las consecuencias directas de la guerra y se hace eco de la que separa a los vencedores de los vencidos. Aquellos poetas que no dejan su España natal se quedarán en un exilio interior vigilado de cerca por la censura; otros escribirán desde el exilio. Poco a poco, durante la década de los 50, esta poesía de corte existencial irá dejando paso a una poesía concebida como instrumento de cambio social y que, bajo la pluma de “los niños de la guerra” irá abandonando en la década siguiente, el tono de denuncia directa para inclinarse, con cierto distanciamiento irónico, hacia temas como la amistad o el amor en un lenguaje cuidado pero cercano al lector.