LA ORATORIA
La oratoria podríamos definirla como el arte de crear bellos discursos
con la intención de persuadir, es decir, dotar al discurso de una belleza
literaria que nos sirva para una utilidad práctica, ya sea ganar un discurso o
convencer a un auditorio de una medida política. Y la retórica consistiría en el arte teórico del discurso, es decir, en
el conjunto de procedimientos y recursos necesarios que se necesitan para la
elaboración del discurso.
En la democracia ateniense, donde los
asuntos políticos importantes se juzgaban en la asamblea, y donde eran
frecuentes los pleitos ante tribunales populares, resultaba muy importante
dominar el arte de la palabra y saber hablar bien en público. Por lo que en
este ambiente es lógico que la oratoria se desarrollara con gran brillantez y
aparecieran grandes maestros del discurso, tanto para actuar en los procesos
del derecho privado en los que había que acusar o defender un caso ante un
tribuna, como en la lucha política, donde el orador ha de conmover al auditorio
con un discurso brillante.
Ya Aristóteles en su Retórica nos habla de distintos tipos de
oratoria de acuerdo con los fines concretos que perseguía, tres tipos:
-
Judicial o forense:
servía para hacer buenos discursos ante los tribunales, ya que hemos de tener
en cuenta que en la antigua Grecia que en los juicios no existía la figura del
abogado por lo que la pericia y la oratoria del acusado resultaba clave para el
resultado final.
-
Deliberativo o político: enseñaba el arte de disertar en la asamblea y deliberar sobre
diversos asuntos convenientes a la
ciudad.
-
Epidíctico o de “exhibición”: se utilizaba en los discursos pronunciados ante grandes multitudes
en las fiestas. Derivó luego en mera exposición pedante en banquetes, en
discusiones filosóficas o en la literatura.
Entre los oradores privados que destacaron en la antigüedad griega
podemos destacar a Lisias y a Demóstenes.
Lisias
Este orador (445-380 a. C.), hijo de un siracusano y que fue, por
tanto, meteco, es decir, fue extranjero libre. Como tal no tenía no tuvo la
ciudadanía ateniense y no disfrutó de derechos políticos. Dado que no podía
pronunciar personalmente discursos, se ganó la vida como logógrafo, es decir, componía discursos tanto de defensa como de
acusación que el cliente leía ante el tribunal.
La tradición le atribuye unos 230 discursos auténticos, que destacan
por un griego fácil y agradable, repleto de ingeniosas argumentaciones.
Destacan el discurso acusatorio Contra
Eratóstenes y Elogio fúnebre a
los muertos en la guerra corintia.
Demóstenes
Demóstenes es considerado la figura más importante de la oratoria, no
sólo de la literatura griega, sino de la literatura universal. Nacido en el 384
a. C. ya de pequeño unos desaprensivos tutores le dejaron sin la herencia de su
padre (rico fabricante de armas), por lo que pasó una infancia difícil. Pudo
recuperar más tarde parte de su hacienda y comenzó su carrera como logógrafo
realizando discursos judiciales para otros.
No obstante, destacará, sobre todo, por su compromiso político y será
el mayor opositor a la política expansionista de Filipo II en sus pretensiones
de someter a su poder a toda Grecia.
Demóstenes, debido a los éxitos militares de Macedonia, hubo de
abandonar Atenas en el 324, en el 323 volvería, aunque al poco tiempo se marchó
de nuevo y puso fin a su vida envenenándose en el 322 a. C.
Su éxito oratorio se debía a la percepción intelectual que tenía de
las complejidades de cada asunto y a sus formidables dotes de exposición y
argumentación basadas en una apasionada idea del estado ateniense libre y en el
perfecto dominio de todos los recursos del idioma. Todo ello, hizo que ya en la
Antigüedad, la oratoria de Demóstenes fuera considerada como modelo para
cualquiera que pretendiera iniciarse en este arte.
Destacan entre sus discursos las tres Filípicas, contra su mayor rival, Filipo II de Macedonia, y el
discurso titulado Contra la corona,
considerada desde siempre como una obra maestra de la oratoria.